¿Qué es un buen amante?

mayo 15, 2016





Es imposible llegar a una definición del buen amante que satisfaga a todos y todas porque dependerá de nuestros deseos y valores personales, tendrá que llenar los requisitos que demande nuestra cultura y sobre todo nuestros sueños.


Por demás está decir que no será lo mismo lo que expresen los hombres sobre lo que es un buen amante a lo que expresen las mujeres. Desde la perspectiva masculina es probable que muchos consideren fundamental la suma de experiencias, habilidades y físico, que hagan un compañero sexual capaz de manejarse con destrezas sexuales maravillosas, con desempeños inigualables, capaz de brindar largas jornadas de sexo vigoroso que haga gemir y suspirar a su compañera. Ese hombre que con su masculina forma de amar reafirma la masculinidad que le ha sido vendida por los medios y por su cultura machista. Es probable que muchos hombres entiendan que un buen amante debe ser un conocedor de las posturas sexuales más diversas y ser capaz de volver loca de placer a la mujer con su miembro espectacular, dueño de un poder sobrenatural, y su reafirmación de ser un espécimen perfecto para el amor, todo esto sumado a la falsa percepción de tener un cuerpo atlético, musculoso y con un abdomen definido y plano, en resumen, un ser poderoso y orgulloso de lo masculino.


Si le preguntamos a las mujeres encontraremos respuestas un tanto diferentes a las expresadas por los hombres, y es que la sexualidad femenina es suma de deseo, miedo, afecto y placer. Ellas esperan encontrar un amante que al conquistar su cuerpo, primero haya conquistado las murallas de sus anhelos, que les garantice confianza, que les garantice un cuidado y respeto, que les permita dejar su cuerpo fluir por los caminos del placer, un compañero de tibia piel, que con su comunicación afectiva y efectiva le permita la proximidad tranquila donde acurrucar su cuerpo y sus miedos. Ese amante que con su olor masculino le despierte los deseos escondidos prestos a desatarse con la magia de su afecto, dueño de unas manos generosas dispuestas a recorrer los lugares más escondidos de la geografía de su cuerpo, que provoque el erizamiento de su piel y el danzar acelerado de su corazón, un amante que al mirarlas trasmita seguridad y pasión, lo suficientemente masculino que le permita ser tierno sin temor a ser débil, alguien que sea capaz de dar placer trasmitiendo afectos, alguien que pueda ser dulcemente masculino, fuerte y no tosco, que envuelva pero que no dañe y con la capacidad de poder trasmitir al besar, el mensaje de su pasión. Ellas no esperan unos brazos musculosos que aprieten sino unos brazos masculinos que acunen y abracen.


La mujer, al igual que el hombre, sueña con el placer, con la explosión de orgasmos maravillosos llenos de un deleite irrepetible, pero para llegar a ese placer buscado, el camino es más adornado y elaborado que el puramente físico del hombre, y es cierto que sueñan con un cuerpo hermoso pero dueño de una mirada y dotado de una ternura que les enamore el alma, que al cerrar los ojos les haga recordar ese ser lleno de masculinidad, que la conduce cuando aman con ternura y destreza en la fiesta del amor, y que en la vida es ese constructor solidario de su historia.


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